Crecer libres e independientes
El 9 de julio de 1816, el Congreso reunido en Tucumán, declara la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Comienza entonces un proceso de reconocimiento de la propia identidad a través de la cooperación y ayuda mutua.
Ser independiente quiere decir que no se depende de otro para hacer algo, o que no se quiere depender, pero esto no significa que no se necesite o se quiera a los demás.
La independencia en su sentido más general implica la libertad, y es por eso que debe ser siempre un valor muy importante para desarrollar en todos los ámbitos.
Solamente cuando todos son independientes puede haber verdadera paz.
El niño poco a poco durante el transcurso de su desarrollo evolutivo adquiere un cierto nivel de independencia que le posibilita hacer las cosas por sí mismo. Consigue autonomía y confianza en sus propios logros, aunque aún requiera del cuidado del adulto para un desenvolvimiento apropiado.
Y si el niño no nace independiente, el proceso educativo ha de organizarse de forma tal que paulatinamente incorpore esa cualidad, mediante diversas actividades como el juego, algunos trabajos específicos, la formación de hábitos y otras acciones educativas que promuevan un grado de autonomía cada vez mayor.
Cuando los adultos, particularmente los padres, eligen coartar las posibilidades de independencia de los niños, pues son demasiado protectores, muchas veces impiden que estos hagan lo que pueden hacer por sí solos. Aparece aquí la figura de la escuela infantil que se convierte en un medio idóneo para posibilitar el logro de una formación apropiada de la independencia en los niños.